En esos parajes existe una cerrada oposición a que paste el ganado, que causa verdaderos estragos en el terreno.
Worl, un ovejero que pretende asentarse en el lugar, es obligado a marcharse. Pero éste se encuentra ligado sentimentalmente con Connie, hija del hombre que le ha echado.
La joven, valiéndose del ayudante de Worl, entablará un enfrentamiento con su padre.
Lo cierto es me pareció un poco plano y con más bien poca acción, cosa que me desconcertó un tanto siendo un western.
A veces hay poca «ferretería», pero la tensión se va acumulando poco a poco y estalla al final en mil pedazos provocando una explosión. Pero no, en esta ocasión tampoco ocurre.
El desarrollo de la historia es lento y por ello, incluso en algunos momentos se me hizo tediosilla.
Menos mal que los intérpretes son de postín, con la magnética belleza de Verónica Lake, el sempiterno buen hacer de Joel McCrea, y unos «secundarios» de lujo, como Preston Foster, Donald Crisp, siempre magnífico, y gente tan diversa y excelente como Lloyd Brigdes, Charlie Ruggles y/o Néstor Paiva.
En definitiva, no puedo decir que se trata de un bonito western, pues a mí no me hizo especial gracia, pero según la crítica especializada está francamente bien, así que…
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