Lanye y sus tres compañeros acceden a ayudar a la viuda Lowe a recuperar medio millón en oro, robado de un tren por su difunto marido.
Otros dos se unen a Lane atraídos por la recompensa, pero hay más personas que codician ese oro, nada menos que veinte hombres armados, algunos de ellos compañeros del autor del robo.
Western clásico rodado por el bueno de Burt Kennedy, magnífico guionista, autor de memorables obras puestas en escena por excelentes realizadores, que como director no consiguió trascender aunque siempre fue sobrio y eficaz, aunque al final de su etapa se escoró peligrosamente hacia el western más bien cómico aunque ameno y entretenido.
En esta ocasión todavía le movían serias aspiraciones para llegar a ser un realizador de westerns imperecederos, aunque el resultado no pueda ser considerado como satisfactorio. O simplemente eso, satisfactorio, sin más.
A pesar de contar con un magnífico elenco de intérpretes, machotes westernmens, que acompañan al bellezón de Ann-Margret, todavía espléndida en su belleza sin marchitar, lo cierto es que claramente va de más a menos.
Comienza muy interesante, se dan a conocer de forma amena los diversos personajes, pero finaliza de forma algo cargante, sin duda por las carencias de Kennedy al no poder elevar la calidad de un guión más bien escaso, no demasiado desarrollado, que deja insatisfecho al fiel seguidor del cine del far west.
No obstante hay suficientes elementos como para pasar un rato más o menos agradable si no se le exige demasiado: la impresionante fotografía, la banda musical, Ann-Margret, todo un placer para la vista, el Duke Wayne, siempre en su sitio, Ben Johhnson, Rod Taylor, Ricardo Montalbán, Neville Brand…, pero se aprecia un cierto malestar por lo que pudo ser y no es.
Irregular en su desarrollo, con algunos buenos momentos y otros de cierta cansina chanza que a veces pretende hacer reír y provoca en ocasiones algún bostezo.
Pero se puede ver y no molesta, vaya eso por delante.